sábado, 1 de junio de 2013

Lo femenino de lo masculino, y viceversa

Es época difícil para el florecimiento y expresividad pública de masculinidades. La discusión sobre sexualidad y género se da sólo en lenguaje judicial y político, y básicamente sobre tres grupos: 1°) Mujeres: Violencia intrafamiliar, femicidios, acoso sexual, baja participación en la masa laboral, en puestos gerenciales y políticos, y salarios desiguales. 2°) Homosexuales: Principalmente hombres, mediante campañas por la libre expresión de su sexualidad y derechos civiles. 3°) Niños: Pornografía infantil, violencia y explotación sexual comercial, trabajo infantil y pedofilia.

La masculinidad, por ejemplo, no es tema. Los hombres son asociados con el machismo y puestos como victimarios. Suponen que tenemos la sartén por el mango y que actuamos como gremio. Si una publicidad muestra a una mujer como objeto sexual, suponen que nosotros seríamos los “beneficiados” porque así tendríamos con qué excitarnos o podríamos guardar la imagen para un momento íntimo más oportuno

Pero los hombres son tan víctimas del machismo como las mujeres. Todos y todas habitamos y construimos esta cultura. No hay una división de la realidad. La lógica de víctimas y victimarios es facilista y aporta cero al aprendizaje emocional del día a día. Si con suerte hay conciencia del analfabetismo emocional de muchísimos hombres, aun así, sólo se juzga. Lo cierto es que la publicidad de la mujer cosificada también tiene un impacto negativo en el cuerpo, en la psiquis del hombre. Estimula su adicción al sexo y los estereotipos sobre cómo ser. Te ponen límites, y lo hacen la mayoría de las veces con violencia simbólica. Esa que pasa colada de manera inconciente.

Los mensajes del mercado o del medio cultural nada dicen, por ejemplo, sobre el lenguaje del cuerpo emocional, la intuición y las posibilidades ricas de cambiar el centro de gravedad de la percepción desde el mundo de los estímulos externos hacia la propia auto-conciencia. Por el contrario, estimulan el inmediatismo y la nula conciencia de proceso. Ni hablar de respiración, paciencia o ver al cuerpo como fuente de realización existencial y no sólo para liberar energía o postergar miedos, ansiedades o lo que sea.
La lógica de trincheras (como algunos feminismos) sólo sirve para enjuiciar, no para aprender. ¿Alguien duda de que la posibilidad de ser feliz se juega en escucharse a uno mismo y saber lo que a uno le conviene, por sobre el vendaval de mensajes que vienen de allá afuera?
Pensar en clave política o judicial sirve tal vez para atacar casos de violencia directa que se pasan de la raya legal. Pero esa violencia es una parte minúscula del sufrimiento (muchas veces inconciente o semiconciente) que experimentan hombres y mujeres por el machismo. Eso sí que es brutal.
Al ver este lenguaje limitado, no extraña que muchos hombres estén desintegrados, con la existencia fragmentada (por un camino va el afecto y por otro la sexualidad), centrados en la genitalidad y buscando “instintivamente” y con urgencia resolver conflictos internos en el mundo de los estímulos externos… “¡A ponerse los pantalones!” dice el llamado. “¡Actúa como hombre!” nos repiten.  “¡Aprovecha la oportunidad!” es el imperativo.
En definitiva, hablar de "minorías sexuales" es fragmentar la Humanidad y construir juicios generales sobre la base de un tipo de violencia evidente que se puede contar (un abuso, dos femicidios, tres celópatas). Eso se muestra todos los días. Lo verdaderamente ninguneado es la naturaleza de las emociones y del amor, y sólo hablando y vivenciando esto uno puede liberarse y madurar.

(Pintura: <Venus y Marte>, de Sandro Botticelli).

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