viernes, 25 de mayo de 2018

Irrompible

En la película ‘Unbreakable’ (palabra que significa <irrompible>, pero llegó al público de habla hispana como ‘El Protegido’), el protagonista David (Bruce Willis) y el antagonista Elijah (Samuel L. Jackson) sostienen múltiples diálogos que en definitiva se orientan progresivamente a desentrañar identidades y habilidades desconocidas en ambos personajes. En el caso de David, es una potencia apenas latente, cuan brote que insiste en germinar en medio de un camino compactado desde hace mucho por maquinaria pesada, sin conexión con el resto del paisaje.

Eso sucede luego de que, años atrás, David optara por el amor de una relación de pareja y por la vida familiar en vez de una carrera deportiva exitosa y nómada, para lo cual fingió una lesión y así terminó como guardia de seguridad en un estadio.

En ese contexto, David expresa con escasísima claridad que ha sentido una tristeza permanente desde no sabe cuánto tiempo. Este síntoma no localizable e inconciente, que sólo se ve en un semblante cansino y demasiado pausado, parece expandirse crónicamente sobre todos los aspectos de su vida. Entre otras cosas, David está buscando empleo en otra ciudad y afronta una crisis matrimonial, consecuencia de una extraña pérdida de energía, algo parecido a desangrarse sin saber por dónde. No hay evidencias flagrantes de disfuncionalidad. Algo desconocido le pasa por dentro, como si estuviera esperando sin esperar.

Allí es donde encuentra espacio la sincronía del encuentro entre David y Elijah, como cuando se junta lo cóncavo y lo convexo. Allí es donde tiene cabida la metamorfosis.

Me identificó esa tristeza del personaje. La he sentido siempre en forma de ardor emocional en el pecho, casi permanente, desde la infancia. Como si algo interno, un pequeño vástago que quizá debería haberse transformado en tronco o ramal, hubiera sido aplastado o desoído en algún momento, con consecuencias drásticas de ‘mal formación’. Como si mi naturaleza no se hubiera desarrollado como debía, y a causa de ello la historia de mi vida pudiera relatarse como espera y búsqueda.

La pregunta del millón de dólares es si este malestar irrompible y tal vez crisálido logrará o no ser interpretado; si habrá o no metamorfosis.

Con consecuencias luminosas y trágicas al mismo tiempo, David sí lo logró. Dejo aquí el enlace al momento crítico de la película.

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