Verlo crecer y madurar (con ayuda profesional sistemática) desde puntos de partida similares a los míos, transitar desde reacciones brutas e indomables hacia respuestas alegres y livianas, toca mi corazón y entra en mis sueños...
Y desde mis sueños, poco a poco, respiro tras respiro, como quien reúne granos de arena, sucede esa regeneración y nuevo tejido emocional del que hablo... Luego de un gran trayecto, puedo abrazar infantilmente a los desamores y desamistades pasadas, probar escenarios reparatorios, similares a los ensayos y errores guiados que vive Luciano a sus 7 años.
No se puede volver a la realidad del pasado, pero al menos tengo la libertad escenográfica que permite simular el mundo onírico. Allí es donde descubro que no hay ninguna palabra de consuelo o posible conversación que me sirva en la realidad consciente, pero que tomar de la mano, abrazar, besar infantilmente y sonreír en silencio, puede ser también reparatorio para mis heridas invisibles, y sobre todo fundar nuevas posibilidades de ser.
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